Federico Bruno es el Leo Messi del atletismo argentino. Un
mediofondista de 28 años que corrió el maratón de los JJOO de Río 2016, que
entrena solo en Argentina y que asegura que “las mejores marcas llegan a partir
de los 30 ó 33 años”
Es hincha de River Plate. Se llama Federico Bruno. Tiene 28
años. Entrena solo. Vive a las afueras de Concordia (Argentina) y aspira a ser
olímpico en 1.500. En España ha entrenado con Pepe Mareca (“una muy buena persona
que me enseñó a respetar etapas”) y ahora con Antonio Serrano. “Uno puede tener
el mejor entrenador del mundo, pero si no tienes hambre de gloria no harás
nada”, explica Federico Bruno, que este verano aspira a correr en 3’33” al aire
libre y este invierno acaba de hacer mínima (3’38”) para el Mundial de pista
cubierta de Belgrado. “Necesito el campo para vivir. Si viniese a España me
iría a vivir a La Solana (Ciudad Real)”.
Argentina y el atletismo, ¿cómo se llevan?
Es como decir el ping pong y España. Me gustaría hablar de
otra cosa pero ésa es la realidad. Le puedo decir que en toda Sudamérica creo
que sólo hay dos pistas cubiertas en Brasil y Bolivia. No hay educación entorno
al atletismo.
¿Y cómo sale usted?
Un entrenador de mi ciudad Rubén Annoni me invitó a los 11
años a correr y me dijo: ‘¿no quieres llevarte un trofeo a casa?’. Y a partir
de ahí fueron los trofeos los que me incitaron a correr porque en el fútbol
había que compartirlos. Pero corriendo los trofeos eran solo míos.
¿Y ha ganado suficientes trofeos?
Bueno, los he regalado todos. No tengo ninguno en mi casa, y
algunas eran Copas grandes y buenas.
En realidad, le preguntaba si ha ganado lo suficiente.
Estoy en ello. Ahora no busco trofeos. Busco medallas. Busco
marcas. Siempre digo que las marcas son el apellido del atleta. Tengo la
sensación de que en este ciclo olímpico va a estar lo más importante de mi
vida. Quiero batir todos los récords de Sudamérica. Creo que puedo hacerlo.
Y lo hará.
A los 16 años, dije ‘yo quiero vivir de esto’ y lo he
cumplido. Pero ahora me he prometido intentar ser olímpico en 1.500 y es lo que
estoy intentando.
Como debe ser.
Hay momentos en los que la luz se apagó pero ahora está
encendida otra vez. El físico está. El
músculo está más fuerte que nunca. Sólo hace falta que la mente acompañe. En mi
cabeza hay un maratón de 2 horas 6 minutos y un 1.500 en 3’33”.
¿Y esa presión es necesaria?
Soy joven. Tengo 28 años. Lo mejor debe empezar ahora. Las
mejores marcas vienen a partir de los 30 o 33 años. Pero no porque lo diga yo
sino porque se demuestra continuamente.
Gallen Rupp, de Kipchoge o, sin ir más lejos, ahora de Adel Mechaal a
los 31 años. Son los primeros ejemplos que se me ocurren.
Pero usted entrena solo en Argentina. ¿No es un obstáculo?
Antonio Serrano me manda el plan y lo ejecuto yo solo. Pero
no pasa nada. Entrenando solo también se puede mejorar. Es más, la soledad me
ha hecho mejor atleta. Me ha ayudado a conocerme mejor. No tengo nada que
reprochar a la soledad.
¿Y no se acusa en competición?
Me hace ir más cómodo, porque voy en grupo. No me tengo que
hacer cargo del ritmo como en los entrenos. A veces, tengo hasta la sensación de que voy trotando.
Me siento capaz de soportar el ritmo de los africanos. Al menos hasta el toque
de campana. Entonces es verdad que ellos tienen un cambio que yo no tengo.
¿Y eso no lo podría adquirir entrenando en Madrid con
Mechaal?
¿Y quién dice que eso sería lo mejor para mí?
Es lo que le pregunto.
Un día sí. Una vez no pasa nada. Pero si entrenase todos los
días con él igual me sobreentrenaría o me lesionaría. Soy realista. Adel no es
mi referencia. Debo entrenar a mi ritmo, no al de los demás.
Se hizo usted muy solitario
Sí, totalmente.
Pero, bueno, está convencido de que ése es el camino
Es más, le podría
poner el ejemplo del padre de los Ingebrigsten. En los entrenos de calidad
separa a sus tres hijos. Nunca lo hacen juntos porque cada uno debe hacer su
entreno. Y ahí es donde le digo que la soledad se convierte en una fortaleza
porque te ayuda a encontrarte. Y te recuerda que solo dependes de ti mismo como
luego pasará en competición.
No le esperamos entonces en España.
Si viniese a vivir a España me gustaría vivir en La Solana,
en el pueblo de mi entrenador porque ése es mi hábitat. No me manejo entre
grandes edificios. Pero me gusta mucho
mi ciudad en Argentina. Mire, enfrente de mi casa tengo el parque San Carlos,
tengo una pista sintética a 500 metros y tengo caminos rurales en los que he
llegado a hacer 38 kilómetros cuando preparé maratón.
Corrió usted el maratón de los JJOO de Río a los 23 años.
Sí, quería ser
olímpico y en mi país ya se había
cerrado el plazo para hacer la mínima en 1.500.
Y me quedaba la opción del maratón y lo intenté. Hicé la mínima de 2h15m en Hamburgo y tres
meses después corrí en Río y no me reprocho nada. Aquel día, pasase lo que pasase en el futuro, me convertí en olímpico para siempre. Puedo
ya morir tranquilo.
Han pasado casi seis años.
Me encuentro fuerte física y mental. Es lo que me convence.
Mi cuerpo soporta tiradas largas, soporta altas intensidades y cuando entro en
la pista siento que mi límite está por descubrir. ¿Qué más puedo pedir?
Eso le iba a preguntar yo.
Soy atrevido. No me gusta especular. Tengo una manera
valiente de correr. Con menos entrenamiento he encontrado mejores resultados.
He descubierto que no hacen falta intensidades tan altas como me imaginaba para
un atleta de 1.500. Hago pista solo una vez a la semana y ya no paso de los 160
kilómetros semanales.
¿Argentina le reconoce?
Me sobrevalora. Mi ciudad. Los medios de comunicación. Soy
ciudadano ilustre en una ciudad de 200 mil habitantes como la mía. Me han
recibido en la Casa Rosada. Me ha felicitado gente del fútbol de primera línea
como Tevez, la Brujita Verón o Gallardo. ¿Qué más puedo pedir en ese
sentido? Pero es verdad que la logística
falla para el atletismo. Y, mientras no se corrijan los atletas seguirán
emigrando a Europa para mejorar.
¿Y usted no lo puede impedir?
¿Cómo?
Esa es la pregunta.
En el futuro me gustaría trabajar en el deporte. No ser
entrenador. No estar sentado en una oficina. No quiero un cargo sino llevar el
deporte a Argentina. No hacer Reales Decretos porque con eso no vas a hacer nada.
Pero si inviertes en una pista de atletismo,
si consigues que Argentina no sólo mire al fútbol y le demuestras que el
atletismo también existe….
Bueno, le esperamos entonces en los JJOO de París 2024 ¿de
acuerdo?
Allí estaremos.
Fuente y foto:https://www.sport.es/