El triatleta Federico Alvarez, de nuestra ciudad, se
adjudicó ayer la primera edición del Ironman Concordia 2012 y quedará en la
historia, porque siempre se evocará este primer desafío, porque la organización
superó la prueba y seguramente comenzará a pensar en una segunda edición, y
ojalá haya tercera, cuarta, quinta y las que vengan.
Tras 9 horas, 41 minutos y 23 segundos, Alvarez cruzó la
meta, tomó la pancarta que oficiaba de línea de sentencia y la agitó en señal
de victoria, caminó unos pasos, recibió el beso de su madre y se entregó a la
gran cantidad de fotos con los medios. Parecía muy agotado , pero con fuerzas
para decir «es mi primer Ironman y ganarlo, aquí en Concordia, es sencillamente
espectacular. Otra cosa no puedo decir, apuntó.
Atrás había quedado una complicada natación, donde el viento
hizo que se picara el Lago, se creara un oleaje realmente peligroso, que sin
embargo los triatletas supieron sortear, con inconvenientes que quizá no
estaban en los planes, claro. Atrás había quedado una etapa de ciclismo ya más
tranquila, porque el clima mejoró muchísimo, se puso prácticamente óptimo, con
sol pleno y hasta obligó a empezar a regular porque se podía tener una merma
física por la temperatura.
Atrás quedó una etapa de pedestrismo que, por lo expuesto,
se tuvo que hacer tranquila también, bien hidratados e intentando hacer un
ritmo acorde, sin mirar mucho el reloj, ni tampoco esforzándose al máximo,
principalmente porque era la última etapa y se estaba a poco de culminar algo
realmente muy exigente.
Sabía Alvarez que detrás suyo tenía a Confalonieri, con unos
cuantos iron encima y mucha experiencia, obviamente. Entonces no se permitió
regular, no se permitió siquiera mirar para atrás, sino conservar su ritmo, en
el que había trabajado todo este tiempo previo preparando la competencia en su
ciudad.
El cordobés Rodrigo Sánchez, ya más lejos en el tercer
lugar, sabía que dependía de mucho, de que se caigan los de adelante para
llegar a una victoria. Tampoco era inconveniente arriesgar en una reacción que
implicara cambio de ritmo, con el consabido esfuerzo que ello demanda y con la
luz de abandono que se prendería en cualquier momento. Entonces se quedó allí
expectante.
A decir verdad, el mismo Confalonieri admitió luego de la
carrera que Alvarez corió a buen ritmo, muy fuerte, y fue imposible
alcanzarlo». Con eso dijo, implícitamente, que le bajó la persiana a su tarea
en el pedestrismo, donde aseguró el segundo lugar.
Pero lo dicho no significa que a Alvarez le regalaron algo,
sino que hay que leerlo al revés, porque al ritmo lo impuso el concordiense y
no les dejó chance de siquiera pensar en intentar un ataque a sus rivales, los
fue «demoliendo» como si fuera un boxeador que tira golpes al cuerpo, desgastando
al oponente.
Así, Alvarez tuvo cada vez más el camino allanado, el
horizonte comenzaba a dibujar el arco de llegada, la gente aplaudiendo, los
periodistas y fotógrafos esperando «gatillar» y su madre lista con los brazos
abiertos. Y por supuesto que no le importó que en la foto se hayan colado un
par de lágrimas de emoción. Si su hijo le había regalado una actuación
memorable, un esfuerzo notable, un abrazo y un beso que precisamente no
registró su cámara, sino la de todos los demás en la llegada. Por eso no va a
importar que no la encuentre en su máquina, sólo le hará falta cerrar los ojos
y toda la vida, como su hijo, se acordará de ese momento.
TEXTOS Y FOTO: DIARIO EL SOL