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martes, 12 de mayo de 2020

JOSÉ RIBAS, UN PRECURSOR DEL ATLETISMO DE FONDO EN LA ARGENTINA



El atletismo de fondo en la Argentina está pleno de valores de primera clase mundial (nuestros campeones olímpicos Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera, el subcampeón Reinaldo Gorno, Osvaldo Suárez, entre otros). Pero en la lista de héroes de aquellas disciplinas queremos recordar ahora a quien fue, sin dudas, un precursor entre nuestros campeones. Se trata de José Ribas, a casi un siglo de sus comienzos en las competencias atléticas. De origen muy humilde, repleto de privaciones, fue múltiple campeón nacional y sudamericano, también múltiple recordman (llegó a ostentar la marca mundial de los 30 mil metros en pista), representó a la Argentina en los Juegos Olímpicos de Los Angeles, en 1932 y extendió su campaña de fondista hasta cumplir casi 40 años. Y aún siguió por algunas temporadas más en el atletismo, estableciendo nuestras primeras marcas en pruebas de marcha.

            Un artículo de El Gráfico muy posterior –cuando ya Ribas tenía su propio puesto de diarios en La Boca- lo describía como “Figura realmente inolvidable la de este canillita que os diera tantos triunfos, que nos brindara tan gratas emociones. Y que todavía vemos recostado a su vieja pared desde donde emite su cortado y característico pregón: ¡Dié! ¡Dié!”

            Ribas nació en Sao Paulo (Brasil) el 1° de octubre de 1899 y llegó a Buenos Aires cuando apenas tenía siete años. Su padre era un inmigrante español que trabajaba en distintos oficios en los puertos. Miguel Angel Chacour, quien alcanzó a entrevistar a Ribas poco antes de su muerte nos ofreció un magnífico retrato. Ribas le había contacto que “mi padre trabajaba aquí en una manufactura de jabón, pero la empresa quebró y él tuvo que ir a descargar mercadería en el Puerto. Yo mismo tuve que dejar la escuela primaria y ponerme a trabajar, vendiendo diarios por las calles (…) Trabajaba los siete días, desde las cuatro de la tarde hasta las dos de la mañana”. Según describe Chacour “dos veces por semana, ribas se las arreglaba para jugar un partido de fútbol al mediodía y tenía cualidades de centrodelantero. Pero el día que le marcó el destino para siempre fue en un café donde paraba, a los 19 años. Proyectaron una película de cowboys, precedida de un noticiero. Y allí se vieron escenas de una carrera que había ganado un canillita. En medio de la proyección, José se levanta y exclama: ‘les aseguro que soy capaz de correr mejor y más rápido que ese tipo’. Y se puso  a entrenar en serio, hasta que consiguió competir con él y ganarle”.

            Según El Gráfico “Ribas llegó a jugar fútbol por Sportivo Buenos Aires hasta que un día enrumbó al atletismo. Su oficio le obligaba a correr. Y en 1921 cuando tomó la decisión y apareció en la pista de La Sportiva, compitiendo sobre 3000 metros, ganó. Ingresó en el Club Pedestre Argentino donde halló en Paradiso el buen consejero, el guía que le enseñó a entrenarse y a correr”.

            José Ribas fue, desde entonces, el gran fondista argentino de la década del 20 y el antecesor directo de las glorias de “Zabalita” –doce años más joven- con quien también protagonizó duelos memorables. Su época, a nivel sudamericano, estuvo dominada por el chileno Manuel Plaza (subcampeón olímpico del maratón) y a nivel mundial, por ese increíble corredor de Finlandia llamado Paavo Nurmi.

            Logró el primero de sus títulos nacionales en 1922 sobre 10 mil metros llanos, batiendo el récord sudamericano con 32m49s0. Semanas más tarde acudió a los Juegos Latinoamericanos, en el Estadio Fluminense de Rio de Janeiro (evento que la Consudatle ha designado como Campeonato Sudamericano en reciente decisión). Pero allí Ribas no pudo representar a la Argentina ya que aún no tenía la nacionalidad y compitió por Brasil, llevándose medallas de bronce en 5.000 y 10.000, pruebas ganadas por Plaza.

            La cosecha de Ribas en los Nacionales de la Argentina llegó a 13 títulos (ocho de ellos en 10 mil metros) entre 1922 y 1934.

            Hizo su debut por la Argentina en el Sudamericano de Montevideo (1926), donde quedó segundo sobre 10.000 metros con tope nacional de 32m48s2 (Plaza ganó con récord sudamericano de 31m54s0). Y sumó otra medalla –de bronce- en el cross country. Al año siguiente en el Sudamericano de Santiago de Chile y siempre ante un Plaza imbatible, Ribas fue tercero en 10 mil metros, pero no pudo completar el cross.

            Tenía grandes esperanzas en la temporada de 1928 por la posibilidad de asistir a los Juegos Olímpicos de Amsterdam y enfrentar a Nurmi. “Como me hubiera gustado correr con él, era una maestro. Cada vez que el diario anunciaba que Nurmi había batido un récord, yo volaba a la pista para tratar de hacer lo mismo”, le contó a Chacour. En abril, durante los Campeonatos Nacionales, se convirtió en el primer argentino en correr los 3.000 metros por debajo de 9 minutos, al marcar 8m57s0. Y allí completó su tarea ganando también en 5.000 y 10.000. Cuando estaba por viajar a los Juegos, alguien percibió que su pasaporte tenía el apellido mal escrito: “Rivas” en lugar de “Ribas”. Ordenaron hacer otro… y cuando se lo entregaron, el buque ya había partido rumbo a Europa. La mayor amargura de su vida atlética.

            Pudo recuperarse al año siguiente, encabezando otra vez el seleccionado argentino para el Sudamericano de Lima, al cual se incorporaba un jovencísimo Zabalita. Ambos, junto a otros excelentes fondistas como Roger Ceballos, triunfaron en los 3.000 por equipos, Ribas se proclamó campeón de los 10 mil metros con 32m01s4 y llegó cuarto en la prueba de cross country. También ese año, el 19 de septiembre, Ribas corrió su primer maratón en Buenos Aires, ganando en 2h45m25s.

            Además de animar distintas pruebas de calle –que iban ganando en popularidad- Ribas concretó su ascenso técnico en la pista, en constante duelo con Zabala. Uno de esos encuentros terminó con ambos en 15m15s4 para los 5.000 metros (récord nacional) el 31 de mayo de 1930, en Montevideo.

            El Campeonato Sudamericano de 1931 se disputó en la pista de Gimnasia y Esgrima. El 30 de abril, Ribas fue el vencedor sobre 5.000 metros con 15m04s8, estableciendo la plusmarca sudamericana y aventajando por siete segundos al “Ñandú Criollo”. Este, a su vez, triunfó tres días más tarde en los 10 mil metros, también con récord de 31m19s0, llevándose Ribas la medalla de plata en 31m26s8. Y una semana más tare, en Montevideo, mientras Zabala ganaba los 3.000 y 5.000 metros, Ribas fijaba el récord sudamericano de 10 mil con 31m18s8.

            Mientras Zabala iniciaba su fogueo europeo y como maratonista bajo la tutela de Alejandro Stirling, Ribas se quedó en el ámbito local. Y el 27 de mayo de 1932 se apoderó del récord mundial de una distancia poco usual para nuestra época, los 30 mil metros. Zabala había logrado 1h42m30s4 en Viena meses antes, y Ribas registró 1h40m57s6, en un ensayo donde otro maratonista, Humberto Delgado, terminó cuatro minutos más tarde. Ese récord mundial de Ribas –uno de los pocos conseguidos por un atleta argentino en la categoría mayor- recién fue mejorado quince años más tarde, cuando el finés Mikko Hetainen registró 1h40m49s8.

            Ribas se ganó merecidamente la nominación olímpica para Los Angeles (1932) junto a Zabala –quien había triunfado en su debut como maratonista en Kosice- y Fernando Cicarelli, cordobés. Ese 7 de agosto de 1932 quedó como una fecha histórica para el atletismo argentino por la medalla de oro de Juan Carlos Zabala, con récord olímpico de 2h31m36s. Cicarelli ocupó el 17° puesto, mientras que Ribas abandonó. Sin embargo éste tuvo un buen desempeño previo en los 10 mil metros, ya quedó 11°. Esa carrera fue ganada por el polaco Janusz Kusocinski –el héroe de la resistencia polaca, asesinado por la Gestapo nazi en la Segunda Guerra Mundial- quien marcó 30m11s4, delante de los favoritos fineses Volmari Iso-Hollo y Lauri Virtanen. “Yo había pedido que me enviaran a Los Angeles con mucha anticipación –le relató a Chacour- pero llegué apenas dos semanas antes de los Juegos, después de veinte días de viaje en barco. Esperaba entrenarme sobre la cubierta, pero tenía un fuerte dolor en los tobillos y no pude. Encima, engordé. Jamás lloré al final de una carrera, pero después que terminé el maratón de los Juegos… lloré como un chico. Siempre lo lamenté, ¿por qué no me mandaron antes?”.

            En el Sudamericano del año siguiente, en Montevideo, Ribas también se animó con la prueba de ruta, esta vez sobre 32 kilómetros. Allí se impuso Plaza con 1h59m15s, Ribas fue subcampeón y Cicarelli, medalla de bronce. De este modo, Ribas totalizó tres títulos, tres subcampeonatos y cuatro medallas de bronce en más de una década de participaciones en la principal competición sudcontinental. Ya cerca de su retiro, fue convocado para los Juegos que serían precursores de los Panamericanos. Tuvieron lugar en el tórrido verano de julio de 1937, en Dallas, en el marco de la Expo Panamericana. Estos Juegos convocaron a varias figuras olímpicas y Ribas corrió el maratón (en una distancia no homologada) donde consiguió la medalla de plata, detrás del local Pat Dergis, el dos veces subcampeón del maratón de  Boston.

            Su tiempo final de atleta fue como marchista y luego tuvo su propio puesto de diarios, en La Boca. Recién a fines de los 40 el Gobierno le concedió una vivienda acorde, mucho después –y a los 74 de edad- recibió una pensión. Había marcado toda una época en nuestro atletismo de fondo y bien merece este reconocimiento.

Foto: EL GRAFICO
Fuente: CADA