El atletismo de fondo en la Argentina está pleno de valores
de primera clase mundial (nuestros campeones olímpicos Juan Carlos Zabala y
Delfo Cabrera, el subcampeón Reinaldo Gorno, Osvaldo Suárez, entre otros). Pero
en la lista de héroes de aquellas disciplinas queremos recordar ahora a quien
fue, sin dudas, un precursor entre nuestros campeones. Se trata de José Ribas,
a casi un siglo de sus comienzos en las competencias atléticas. De origen muy
humilde, repleto de privaciones, fue múltiple campeón nacional y sudamericano,
también múltiple recordman (llegó a ostentar la marca mundial de los 30 mil
metros en pista), representó a la Argentina en los Juegos Olímpicos de Los
Angeles, en 1932 y extendió su campaña de fondista hasta cumplir casi 40 años.
Y aún siguió por algunas temporadas más en el atletismo, estableciendo nuestras
primeras marcas en pruebas de marcha.
Un
artículo de El Gráfico muy posterior –cuando ya Ribas tenía su propio puesto de
diarios en La Boca- lo describía como “Figura realmente inolvidable la de este
canillita que os diera tantos triunfos, que nos brindara tan gratas emociones.
Y que todavía vemos recostado a su vieja pared desde donde emite su cortado y
característico pregón: ¡Dié! ¡Dié!”
Ribas
nació en Sao Paulo (Brasil) el 1° de octubre de 1899 y llegó a Buenos Aires
cuando apenas tenía siete años. Su padre era un inmigrante español que
trabajaba en distintos oficios en los puertos. Miguel Angel Chacour, quien
alcanzó a entrevistar a Ribas poco antes de su muerte nos ofreció un magnífico
retrato. Ribas le había contacto que “mi padre trabajaba aquí en una manufactura
de jabón, pero la empresa quebró y él tuvo que ir a descargar mercadería en el
Puerto. Yo mismo tuve que dejar la escuela primaria y ponerme a trabajar,
vendiendo diarios por las calles (…) Trabajaba los siete días, desde las cuatro
de la tarde hasta las dos de la mañana”. Según describe Chacour “dos veces por
semana, ribas se las arreglaba para jugar un partido de fútbol al mediodía y
tenía cualidades de centrodelantero. Pero el día que le marcó el destino para
siempre fue en un café donde paraba, a los 19 años. Proyectaron una película de
cowboys, precedida de un noticiero. Y allí se vieron escenas de una carrera que
había ganado un canillita. En medio de la proyección, José se levanta y
exclama: ‘les aseguro que soy capaz de correr mejor y más rápido que ese tipo’.
Y se puso a entrenar en serio, hasta que
consiguió competir con él y ganarle”.
Según El
Gráfico “Ribas llegó a jugar fútbol por Sportivo Buenos Aires hasta que un día
enrumbó al atletismo. Su oficio le obligaba a correr. Y en 1921 cuando tomó la
decisión y apareció en la pista de La Sportiva, compitiendo sobre 3000 metros,
ganó. Ingresó en el Club Pedestre Argentino donde halló en Paradiso el buen
consejero, el guía que le enseñó a entrenarse y a correr”.
José Ribas
fue, desde entonces, el gran fondista argentino de la década del 20 y el
antecesor directo de las glorias de “Zabalita” –doce años más joven- con quien
también protagonizó duelos memorables. Su época, a nivel sudamericano, estuvo
dominada por el chileno Manuel Plaza (subcampeón olímpico del maratón) y a
nivel mundial, por ese increíble corredor de Finlandia llamado Paavo Nurmi.
Logró el
primero de sus títulos nacionales en 1922 sobre 10 mil metros llanos, batiendo
el récord sudamericano con 32m49s0. Semanas más tarde acudió a los Juegos
Latinoamericanos, en el Estadio Fluminense de Rio de Janeiro (evento que la
Consudatle ha designado como Campeonato Sudamericano en reciente decisión).
Pero allí Ribas no pudo representar a la Argentina ya que aún no tenía la
nacionalidad y compitió por Brasil, llevándose medallas de bronce en 5.000 y
10.000, pruebas ganadas por Plaza.
La cosecha
de Ribas en los Nacionales de la Argentina llegó a 13 títulos (ocho de ellos en
10 mil metros) entre 1922 y 1934.
Hizo su
debut por la Argentina en el Sudamericano de Montevideo (1926), donde quedó
segundo sobre 10.000 metros con tope nacional de 32m48s2 (Plaza ganó con récord
sudamericano de 31m54s0). Y sumó otra medalla –de bronce- en el cross country.
Al año siguiente en el Sudamericano de Santiago de Chile y siempre ante un
Plaza imbatible, Ribas fue tercero en 10 mil metros, pero no pudo completar el
cross.
Tenía
grandes esperanzas en la temporada de 1928 por la posibilidad de asistir a los
Juegos Olímpicos de Amsterdam y enfrentar a Nurmi. “Como me hubiera gustado
correr con él, era una maestro. Cada vez que el diario anunciaba que Nurmi
había batido un récord, yo volaba a la pista para tratar de hacer lo mismo”, le
contó a Chacour. En abril, durante los Campeonatos Nacionales, se convirtió en
el primer argentino en correr los 3.000 metros por debajo de 9 minutos, al
marcar 8m57s0. Y allí completó su tarea ganando también en 5.000 y 10.000.
Cuando estaba por viajar a los Juegos, alguien percibió que su pasaporte tenía
el apellido mal escrito: “Rivas” en lugar de “Ribas”. Ordenaron hacer otro… y
cuando se lo entregaron, el buque ya había partido rumbo a Europa. La mayor
amargura de su vida atlética.
Pudo
recuperarse al año siguiente, encabezando otra vez el seleccionado argentino
para el Sudamericano de Lima, al cual se incorporaba un jovencísimo Zabalita.
Ambos, junto a otros excelentes fondistas como Roger Ceballos, triunfaron en
los 3.000 por equipos, Ribas se proclamó campeón de los 10 mil metros con
32m01s4 y llegó cuarto en la prueba de cross country. También ese año, el 19 de
septiembre, Ribas corrió su primer maratón en Buenos Aires, ganando en
2h45m25s.
Además de
animar distintas pruebas de calle –que iban ganando en popularidad- Ribas
concretó su ascenso técnico en la pista, en constante duelo con Zabala. Uno de
esos encuentros terminó con ambos en 15m15s4 para los 5.000 metros (récord
nacional) el 31 de mayo de 1930, en Montevideo.
El Campeonato
Sudamericano de 1931 se disputó en la pista de Gimnasia y Esgrima. El 30 de
abril, Ribas fue el vencedor sobre 5.000 metros con 15m04s8, estableciendo la
plusmarca sudamericana y aventajando por siete segundos al “Ñandú Criollo”.
Este, a su vez, triunfó tres días más tarde en los 10 mil metros, también con
récord de 31m19s0, llevándose Ribas la medalla de plata en 31m26s8. Y una
semana más tare, en Montevideo, mientras Zabala ganaba los 3.000 y 5.000
metros, Ribas fijaba el récord sudamericano de 10 mil con 31m18s8.
Mientras
Zabala iniciaba su fogueo europeo y como maratonista bajo la tutela de
Alejandro Stirling, Ribas se quedó en el ámbito local. Y el 27 de mayo de 1932
se apoderó del récord mundial de una distancia poco usual para nuestra época,
los 30 mil metros. Zabala había logrado 1h42m30s4 en Viena meses antes, y Ribas
registró 1h40m57s6, en un ensayo donde otro maratonista, Humberto Delgado,
terminó cuatro minutos más tarde. Ese récord mundial de Ribas –uno de los pocos
conseguidos por un atleta argentino en la categoría mayor- recién fue mejorado
quince años más tarde, cuando el finés Mikko Hetainen registró 1h40m49s8.
Ribas se
ganó merecidamente la nominación olímpica para Los Angeles (1932) junto a
Zabala –quien había triunfado en su debut como maratonista en Kosice- y
Fernando Cicarelli, cordobés. Ese 7 de agosto de 1932 quedó como una fecha
histórica para el atletismo argentino por la medalla de oro de Juan Carlos
Zabala, con récord olímpico de 2h31m36s. Cicarelli ocupó el 17° puesto,
mientras que Ribas abandonó. Sin embargo éste tuvo un buen desempeño previo en
los 10 mil metros, ya quedó 11°. Esa carrera fue ganada por el polaco Janusz
Kusocinski –el héroe de la resistencia polaca, asesinado por la Gestapo nazi en
la Segunda Guerra Mundial- quien marcó 30m11s4, delante de los favoritos
fineses Volmari Iso-Hollo y Lauri Virtanen. “Yo había pedido que me enviaran a
Los Angeles con mucha anticipación –le relató a Chacour- pero llegué apenas dos
semanas antes de los Juegos, después de veinte días de viaje en barco. Esperaba
entrenarme sobre la cubierta, pero tenía un fuerte dolor en los tobillos y no
pude. Encima, engordé. Jamás lloré al final de una carrera, pero después que
terminé el maratón de los Juegos… lloré como un chico. Siempre lo lamenté, ¿por
qué no me mandaron antes?”.
En el
Sudamericano del año siguiente, en Montevideo, Ribas también se animó con la
prueba de ruta, esta vez sobre 32 kilómetros. Allí se impuso Plaza con
1h59m15s, Ribas fue subcampeón y Cicarelli, medalla de bronce. De este modo,
Ribas totalizó tres títulos, tres subcampeonatos y cuatro medallas de bronce en
más de una década de participaciones en la principal competición
sudcontinental. Ya cerca de su retiro, fue convocado para los Juegos que serían
precursores de los Panamericanos. Tuvieron lugar en el tórrido verano de julio
de 1937, en Dallas, en el marco de la Expo Panamericana. Estos Juegos
convocaron a varias figuras olímpicas y Ribas corrió el maratón (en una
distancia no homologada) donde consiguió la medalla de plata, detrás del local
Pat Dergis, el dos veces subcampeón del maratón de Boston.
Su tiempo
final de atleta fue como marchista y luego tuvo su propio puesto de diarios, en
La Boca. Recién a fines de los 40 el Gobierno le concedió una vivienda acorde,
mucho después –y a los 74 de edad- recibió una pensión. Había marcado toda una
época en nuestro atletismo de fondo y bien merece este reconocimiento.
Foto: EL GRAFICO
Fuente: CADA
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