El joven llegó al punto de partida con alpargatas, una remera roja y una Bermuda que se convirtió en pantalón corto cuando se la arremangó. Casi nadie se percató cuando se ubicó entre los primeros en la largada, sin prestar demasiado atención a quienes estaban a su lado ni cuántos eran (largaron 60).
Nahuel miró de reojo a los rivales, se frotó las manos, observó la ancha calle y esperó la orden para salir corriendo. Partió como un rayo detrás de la camioneta que guiaba a los corredores, ante el estupor de los demás atletas, algunos de ellos sólo miraron sus sofisticados relojes, quizás para ir controlando los primeros parciales o guardar en el historial el tiempo realizado.
A medida que la prueba avanzó, Villalba siguió escapado, y poco le importó el tramo que debió atravesar de tierra, la subida y ni siquiera la lluvia que comenzó a caer.
El pelotón se propuso darle alcance al joven de alpargatas, que lejos de aflojar siguió manteniendo el ritmo, alentado por el público que rodeó la plaza principal de Telén. Nahuel continuó a paso firme hasta cruzar primero que nadie la línea de llegada.
Ante el estupor de todos, Villalba fue recibido como un verdadero héroe, hasta hubo gente que le pidió sacarse fotos. Nadie podía creer que el adolescente desconocido en el atletismo y de alpargatas se había quedado con la victoria.
