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martes, 6 de diciembre de 2016

Energizate Run 10k Fue para Julius Rono y Mariela Ortiz


Un rayo parte el cielo cálido, profundo, oscuro de Neuquén. Debajo, en la tierra, Julius Rono parte el pelotón de punta de la Energizate Run 10k -apenas pasada la mitad de la carrera-, sentencia su victoria. Matías Roth y Luis Ortiz observan alejarse sin respuestas a esa zancada oscura, liviana, keniata, que se pierde en la noche.

Ya tendrán su momento, Ortiz y Roth, para desafiarse en contrapunto; pero ahora el que dirige la batuta en esta sinfonía nocturna es el atleta nacido en Kapsabet. Una ciudad de campesinos en el oeste de Kenia, a 11.177 kilómetros de Plottier: escenario de la función.


El papel protagónico no se lo debe sólo a su genética africana: un cuerpo de 49 kilos de hueso, músculo y nada más. Lo conquistó gastando caminos entre las nubes salteñas, por los senderos de Cachi. "Voy siempre, cuando me siento cansado", explica Julius, que utiliza los 2.300 msnm, para recuperar su cuerpo cuando acumula demasiadas batallas. Estuvo las tres últimas semanas de noviembre recobrándose. "Mientras hacía fondos largos allá, pensaba en esta carrera", recuerda el kapsabeto "me motiva saber que bajo y compito".

Descendió de las alturas el viernes; el sábado largó, luchó y ganó; el domingo muy temprano, amparado en las sombras de la noche, partió. Se fue de Plottier sin saber que había sucedido detrás de sus pasos. "Cuando corro, nunca miro para atrás".

Pero detrás aún quedaba otra batalla por librar. Luis Ortiz y Matías Roth pretendían escoltar al hombre de ébano, pero ninguno quería ser tercero. El cielo había apago las estrellas y una gotas -pocas y gruesas-, empezaban a marcas las piernas ambos. A veces Roth, a veces Ortiz, se mostraban al frente de la lluvia de verano; la llegada corría veloz hacía ellos y la intriga de la definición crecía como una sombra.

Luis Carlos y Matías Juan José desfilaban por la avenida principal empujados por el genuino aliento plotteriense, nacido de un público que se sorprendía con un evento único en su ciudad. Hasta que la avenida llegó a su fin, las zapatillas tuvieron que girar 180 grados para retomar por la mano contraria y Matías Juan José Roth traccionó las suelas de sus Adidas contra el asfalto de Plottier. Esta vez fue Luis Carlos Ortiz el que no tuvo respuesta. El podio quedaba sentenciado, en ese orden: Rono, Roth, Ortiz.


Destrás de los Romeos, corrían las Julietas

"3m25s el primer kilómetro, los tenía ahí cerquita", cuenta sonriente (después de la carrera) Mariela Ortiz y Julius Rono la mira con grandes ojos blancos dentro de su pequeña cara negra.

Estaba claro que la atleta de las cuatro décadas no había venido a pasear con las señoras de su edad. Después de largar, los parciales seguían cayendo cerca de tres minutos y medio para la corredora de Nike. "¡Pero llegábamos a la mitad de la carrera y seguía peleando la punta!", relata con sincera sorpresa Mariela. Es que a Roxana Flores no le importó el favoritismo que tenía en todas las apuestas la subcampeona nacional vigente de 10.000 metros y salió a correrla sin respeto a los diplomas. "Recién en la segunda mitad de la carrera pude asegurar la carrera", confiesa Mariela "pero nunca me descuidé"; sabe que la carrera se gana cuando la cinta cae a sus pies.


El podio de damas se completaba con la oriunda de Rincón de los Sauces, Paola Alarcón. Mientras cientos y cientos continuaban cruzando bajo el arco de llegada, algunos corrían 5 km, otros 10, pero a todos se los veía contentos. Con las mismas sonrisas, bajo el mismo arco, un rato antes había cruzado decenas de chicos, en las tres distintas carreras kids que anticiparon la competencia principal. La noche avanzaba, la carrera terminaba, pero la fiesta recién empezaba. Se premiaron a todas las categorías, mientras los runners se sacaban fotos con los atletas de elite en el centro de exposiciones de Plottier, arriba del imponente escenario, las bandas preparaban la continuación del ensueño. Cuando ya todos se bajaron del podio, la música inundó el lugar.

A buen fin no hay mal principio

Y la fiesta siguió, siguió y siguió. Los atletas de elite hacía rato que estaban durmiendo mientras los runners frente al escenario seguían gritando "una más" y las bandas no se hacían rogar. En el medio hubo sorteos, muchas fotos y el infaltable baile del trencito. La carrera había empezado con los más chicos a las 8 y media.

¿A qué hora terminó? Como mucho eran 10k, no lleva tanto tiempo ¿A las 10, a las 11? A las dos de la madruga ya nadie volvió a mirar el reloj, mientras la música no aflojaba. Para esa altura, pocos recordaban que se había corrido en la calle; la cálida brisa de verano impregnaba el aire de esas endorfinas que sólo segregan el deporte y el placer.

¿Qué marcas hicieron los ganadores, cuál fue la distancia exacta que marcó el gps, cuántos corredores tuvo la Energizate Run? No me pregunte a mí, eso queda para las noticias, apenas soy un humilde cronista que cuenta como vivió, en Plottier, un sueño de una noche de verano.

Ezequiel Brahim PARA LA NACION